Cuando era una niña lloraba siempre antes de entrar en la escuela. Yo no lo recuerdo, pero mi madre me lo explica para hacerme sonreír cuando, todavía hoy, tengo uno de esos días malos.
Lloraba, y la abuela de otra niña que iba conmigo a clase le pidió a su nieta que me cogiera de la mano, a ver si así sonreía. Mi madre y esa abuelita se hicieron amigas. Y yo y la nieta también, y esa amistad se fue contagiando entre las dos familias, y acabamos pasando muchos fines de semana juntos, compartiendo fiestas de navidad y algunos veranos. Recuerdo con especial nostalgia que tenían una casa en la montaña que compró su abuelo en los años sesenta. Llegar a ella costaba unas 4 o 5 horas desde Barcelona, y al salir del cole nuestros padres nos esperaban con los coches ya cargados para salir a pasar el fin de semana. Olía a madera, y sus muebles, sillas y paredes te hacían viajar en el tiempo. Lo mejor era que las camas eran como las de un refugio de montaña, y dormíamos todos juntos, en literas dónde cabían hasta 12 personas. Los niños siempre queríamos dormir arriba, y entre risas escondidas nos quedábamos dormidos hasta que el sol entraba por las ventanas. Siempre pensé que tenía algo especial además de su antigua estructura y la hipnótica chimenea al lado de la cocina.
Este fin de semana he vuelto a la casa de las montañas, y he descubierto que ese algo especial es su luz. La que entra por sus ventanas, filtrándose entre los visillos y entre el humo de la chimenea. Haciendo que el polvo acumulado se levante y brille a contraluz. Y hubiera llorado como cuando era una niña, por los momentos que no vuelven pero que se recuerdan con nostalgia y una sonrisa en los labios.
Qué preciosidad Mö!!!! Me has hecho sonreir con esta historia tan bonita :) Muaaa!!!!
ResponderEliminarPreciosas palabras y magníficas imagenes. Está claro que tu mirada es diferente de la de los demás, estas fotos tienen una magia indefinible. :D
ResponderEliminarGracias por llevarnos allí Mö, por recomendarme organizar un curso en las montañas que te acogieron de pequeña, y por lo que nos hemos reído con esas dos niñas.
ResponderEliminarMö, Me has hecho viajar a tu pasado con esta historia tan bonita. Felicidades
ResponderEliminarPrecioso...
ResponderEliminarT'he imaginat de petita Monica... genial. :)
ResponderEliminarsiempre consigues emocionarme :_)
ResponderEliminarMónica, soy Grete, hice el curso hanmade en Barcelona. (soy aquella chica a la que Álvaro le había dado clases en la uni). Decire que tus historias son fantásticas, pero realmente me fascinan tus fotografías. Felicidades.
ResponderEliminarGracias Grete! Si, me acuerdo de ti! Un abrazo.
EliminarGracias por vuestros comentarios chicos! Besos para todos .
ResponderEliminarLa luz y la escuela, hay lugares con luz y personas con luz :-)) Un abrazote enorme
ResponderEliminarSarah Gibrán
Me ha encantado eso de que otra niña te diera la mano y eso ya fuera suficiente para calmarte... es tan importante tener a alguien que te de la mano cuando lo necesites...
ResponderEliminarUn saludo :D
Precioso Mö
ResponderEliminarMe quedaría viviendo en tus fotos. Me encanta como captas lo cotidiano para hacerlo eterno.
ResponderEliminarcomo siempre preciosas fotos, pero la historia me ha conmovido. Que bueno que unas inocentes lagrimas hayan forjado una amistad entre familias durante tantos años
ResponderEliminarMònica, tienes un blog precioso.
ResponderEliminarTe sigo.
l